domingo, 15 de noviembre de 2009

Unas de JLB.

Borges

“La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita. Cambiará el universo pero yo no, pensé con melancólica vanidad;[…]”

Jorge Luis Borges, “ El Aleph”, en El Aleph, Madrid, Alianza Editorial, 2008. pp 175-176.

Unos de esos párrafos que nunca se olvidan. Icónicos, se diría por ahí. Brutales, me suena más a lo que yo sentí:

“[…]Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?

El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.

-¿Lo creerás, Ariadna? –dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió.”

Jorge Luis Borges, “ La Casa de Asterión”, en El Aleph, Madrid, Alianza Editorial, 2008. pp 80-81.

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