jueves, 13 de octubre de 2011

Ayer teñí de color sangre mis sueños.

 

“Mi madre acostumbraba a decir:

´Guárdate de los señalados de Dios´”[1]

La angustia de vivir dentro de un monstruo que con sus decenas de rostros mira indiferente. Un chico nos cuenta, con palabras simples y frases profundas, la historia de su intento por sobrevivir en una ciudad de principios del siglo XX. Las ciudades, que se construyeron con la promesa de ser el lugar para vivir mejor. El lugar de vanguardia. El hogar del humano (el hogar natural del humano) (porque el humano debe vivir en un lugar digno de él). Ésa promesa de bienestar, es la misma que margina, entendió Silvio. Porque en esa ciudad, no todos nacemos, ni crecemos, ni vivimos, igual. “Tras de esas puertas había dinero, los dueños de esos comercios dormirían tranquilamente en sus lujosos dormitorios, y yo, como un perro, andaba a la ventura por la ciudad”[2] Silvio se convierte en un señalado de Dios, ¿o nació señalado? Un ladrón es Silvio Astier. Los ladrones también comen, ¡cínicos!

Los trabajos y los días. Porque el trabajo es el destino universal del hombre. “Tenés que trabajar, ¿entendés?” “¿De qué…? [mamá] A ver, ¿de qué?” [3] No importa de qué, ni cómo, ni para quién, ni con quién, Silvio, entiéndelo. Importa que trabajes, porque aquí todos trabajamos para comer pues, para sobrevivir. “Decime, Rengo, ¿tiene sentido esta vida? Trabajamos para comer y comemos para trabajar.”[4]

El profundo dolor de entender, a los 16 años, que no todos los cuerpos valen lo mismo. A Silvio Astier la ciudad se le cae encima. No, no se le cae encima. Más bien se le va acercando desde todos los ángulos posibles hasta asfixiarle el cuerpo, hasta convertirlo en nada.

El juguete rabioso, escrita hace casi cien años, nos recuerda, que la miseria que vemos hoy en las ciudades, no es novedosa. Que las ciudades mismas nacieron marginando. La creación de estas grandes urbes está sustentada en un sistema que impide el bienestar de todo el tejido social. Los monumentos a la modernidad son sólo un museo vivo que muestra sus carencias y su fracaso.

"Y fregué el piso, pidiendo permiso a deliciosas doncellas para poder pasar el trapo en el lugar que ellas ocupaban con sus piececitos, y fui a la compra con una cesta enorme, hice recados... Posiblemente, si me hubieran escupido a la cara, me limpiara tranquilo con el revés de la mano."[5]

Judas Iscariote. Judas traiciona a la humanidad. La humanidad había traicionado a Silvio. ¿A mano?

Tal vez Silvio necesitaba de traicionar a Rengo. Se encontraba en él. “Los marginados”, como si fueran un grupo que se pudiese acomodar en dos palabras. No poder más con la existencia. Silvio se delata a sí mismo.


[1] Roberto Arlt, El juguete rabioso, México, Axial, 2008, p. 15

[2] Ibídem, p. 98

[3] Ibídem, p. 47

[4] Ibídem p. 124

[5] Ibídem p. 72

1 comentario:

detho dijo...

Una realidad terrible, la felicidad de unos es la miseria de otros, ¿por qué no todos nos drogamos como en "un mundo feliz"?