lunes, 25 de enero de 2010

Llorá nomás Botija.

En la carta de 1996 del Subcomandante Marcos a Galeano, Marcos escribe: “No puedo decirles todo. Ya Benedetti nos explicó antes que ‘uno no siempre hace lo que quiere, uno no siempre puede. Pero tiene derecho a no hacer lo que no quiere’.” El Sub está tomando un fragmento del poema Hombre preso que mira a su hijo y que enchina la piel de cualquier uruguayo que pueda recordar o más bien no pueda olvidar los largos 12 años de dictadura militar.

(Edel Juárez declama Hombre preso que mira a su hijo y Edgar Oceransky canta la maravillosa De la ausencia y de ti, Velia del maestro Silvio Rodríguez, canción que el cubano dedica a su amiga mexicana Velia Ramírez)

Hombre preso que mira a su hijo/Mario Benedetti
                                                             al «viejo» hache
Cuando era como vos, me enseñaron los viejos
y también las maestras, bondadosas y miopes,
que libertad o muerte era una redundancia,
a quién se le ocurría en un país
donde los presidentes andaban sin capangas.

Que la patria o la tumba era otro pleonasmo
ya que la patria funcionaba bien,
en las canchas y en los pastoreos.

Realmente botija, no sabían un corno
pobrecitos, creían que libertad
era tan sólo una palabra aguda,
que muerte era tan sólo grave o llana
y cárceles por suerte una palabra esdrújula.

Olvidaban poner el acento en el hombre.

La culpa no era exactamente de ellos,
sino de otros más duros y siniestros
y éstos sí,
cómo nos ensartaron
con la limpia república verbal,
cómo idealizaron
la vidurria de vacas y estancieros
y cómo nos vendieron un ejército
que tomaba su mate en los cuarteles.

Uno no siempre hace lo que quiere,
uno no siempre puede,
por eso estoy aquí
mirándote y echándote
de menos.

Por eso es que no puedo despeinarte el jopo,
ni ayudarte con la tabla del nueve,
ni acribillarte a pelotazos.

Vos sabés que tuve que elegir otros juegos
y que los jugué en serio.

Y jugué por ejemplo a los ladrones
y los ladrones eran policías.

Y jugué por ejemplo a la escondida
y si te descubrían te mataban.

Y jugué a la mancha
y era de sangre.

Botija aunque tengas pocos años,
creo que hay que decirte la verdad
para que no la olvides.

Por eso no te oculto que me dieron picana,
que casi me revientan los riñones,
todas estas llagas hinchazones y heridas
que tus ojos redondos
miran hipnotizados,
son durísimos golpes,
son botas en la cara,
demasiado dolor para que te lo oculte,
demasiado suplicio para que se me borre.

Pero también es bueno que conozcas
que tu viejo calló,
o puteó como un loco
que es una linda forma de callar.

Que tu viejo olvidó todos los números
(por eso no podría ayudarte en las tablas),
y por lo tanto todos los teléfonos
y las calles y el color de los ojos
y los cabellos y las cicatrices
y en qué esquina
en qué bar,
qué parada,
qué casa,
y acordarse de vos,
de tu carita,
lo ayudaba a callar.

Una cosa es morirse de dolor
y otra cosa morirse de vergüenza.

Por eso ahora,
me podés preguntar
y sobre todo
puedo yo responder.

Uno no siempre hace lo que quiere,
pero tiene el derecho de no hacer
lo que no quiere.

Llorá nomás botija,
son macanas
que los hombres no lloran,
aquí lloramos todos.

Gritamos, berreamos, moqueamos, chillamos,
maldecimos
porque es mejor llorar que traicionar,
porque es mejor llorar que traicionarse

Llorá,
pero no olvides.

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La RAE nos facilita un pequeñísimo vocabulario:

Capanga: (Del port. brasileño capanga). 1. m. Á. guar., Bol. y Ur. Persona que cumple las funciones de capataz, conduciéndose, a veces, con violencia.

Jopo: 1. m. Cola de mucho pelo.

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