lunes, 25 de enero de 2010

El absurdo.

Estoy leyendo El libro de Manuel. Es un texto complicado, lleno de crítica social y términos políticos de la Francia y Latinoamérica de los años sesenta.

Julio Cortázar nos cuenta historias con h e Historia con H. Valiéndose del grupo de amigos que llama “la Joda” y los recortes de periódicos y artículos, el genio logra (muy bien logra) un texto no lo suficientemente real como para que sea Historia ni lo suficientemente ficticio como para que sean historias. Todo esto sin perder el fino sarcasmo y humor cortazariano que nos mantiene al filo de la lectura (y a veces de la incomprensión). Tal vez lo importante es no desesperar, leer hasta el final aunque parezca que el principio es ilegible. Releer también es opción (necesaria opción). Y entonces, de pronto, sin que uno lo espere, llega el escalofrío.

El siguiente, es un fragmento que me gustó mucho.

“Por todo eso, lo de que el absurdo no es más que la prehistoria del hombre como lo entienden el que te dije y tantos otros y también por lo de los bichos revoloteando alrededor de la lámpara que es una de las muchas maneras de contestar al absurdo (en el fondo homo faber no quiere decir otra cosa, pero hay tantos faber número uno, dos y tres, afilados o mochos, enteritos o rabones), por todo eso y por cosas parecidas va a llegar el momento en que el que te dije considerará que hay suficientes cascarudos, mosquitos y mamboretás bailando un jerk insensato aunque altamente vistoso en torno a la lámpara, y entonces siempre dentro de la metáfora la apagará de golpe, congelará instantáneamente una determinada situación de todos los bichos o puestas en marcha revoloteando que bruscamente privados de la luz se fijarán en esa última mirada del que te dije en el instante de apagar la lámpara, de manera que el mamboretá más grande que volaba lejos y arriba de la lámpara quedará situado simétricamente con relación a la falena roja que trazaba su elipse por debajo de la lámpara,  y así sucesivamente los diversos bichos incómodos y estivales asumirán una condición de puntos fijos y definitivos en algo que un instante más o menos de luz hubiera modificado infinitamente. Algunos le llamarán elección, entre otros el que te dije, y algunos le llamarán azar, entre otros el que te dije, porque el que te dije sabe muy bien que en un momento dado apagó la lámpara y que lo hizo porque decidió hacerlo en ese momento y no antes ni después, pero también sabe que la razón que lo decidió a apretar el interruptor no le venía de ningún cálculo matemático ni de ninguna razón funcional sino que le nació de adentro, siendo adentro una nación particularmente incierta como sabe cualquiera que se enamora o juega al póker los sábados a la noche.”

homo faber: locución latina para “hombre que fabrica”.

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